
A lo que iba, que la iglesia católica me descentra, que me estoy cegando a pelis y a la vez poniéndome ciega de chuches y guarreridas varias muy a mi pesar.
La penúltima que he visto ha sido cerezos en flor, a la que pertenece el cartel de arriba, que pese a que a priori no me interesaba demasiado la historia me ha encantado en muchos sentidos y me he hecho desde ya super fans de la danza Butoh que abrazaré en cuanto termine alguna de las otras actividades que realizo en mi escaso tiempo libre.
La historia va de dos abuelitos, ella con sueños rotos pero tan loca y viva en el fondo de su alma, tan tierna y delicada. Una hormiguita de lo cotidiano, frágil y fuerte a la vez para apoyar a los demás.
Él un viejo inflexible con la mente cerrada.
Todo cambia cuando ella muere y él empieza a añorar todo lo que caracterizaba a su esposa en vida: su pasión por la danza oriental y su fascinación por Japón, mayormente.
Y allá se va a buscar un monte tímido que se esta derritiendo y a apreciar ese baile Japonés, o esos grabados; en el fondo buscando la conexión con su esposa.
Y pasa de ser un viejo inflexible a un exprimidor de la vida.
Y yo ese cambio lo veo siempre maravilloso.
Es una historia muy tierna pues de lo más bonito que nos puede ocurrir en esta vida, sea con la cara pintada de blanco japonés o con la cara lavada, es darle a la gente que quieres parte de ti y que lo quieran recibir.
Y en este punto me planto, que mare mia! que mayor me estoy haciendo...
2 comentarios:
¿Y tú sigues de bajón? Anda que... ¡vaya dos estamos hechas!
Pues sí...
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