11.10.09

en el 22 del callejón del oro en Praga







El rincón más pintoresco de toda Praga es sin duda el Callejón de Oro, una línea de diez casitas que parecen salidas de un cuento de hadas dentro del Castillo de Praga. En este pintoresco lugar existen 16 pequeñas casas del siglo XVI. El sitio se llama así porque en ella vivían los artesanos y joyeros de la corte de Rodolfo II de Habsburgo. La leyenda, sin embargo, cuenta que el origen del nombre reside en que Rodolfo II quería tener al alcance de la mano a la crema y nata de la intelectualidad de la época, sobre todo a sus alquimistas, empeñados en descubrir la piedra filosofal y el elíxir de la vida, y lograr, así, la transmutación de los metales en oro. Allí fueron a parar los grandes astrólogos, astrónomos, físicos, matemáticos, médicos, alquimistas y joyeros de su corte. El lugar alberga, en el número 22, una de las casitas en donde vivió el escritor Franz Kafka con su hermana en los años 1916 y 1917.



Hasta ese callejón llegó Kafka con su hermana Ottua buscando un cuarto agradable y tranquilo para poder escribir en paz. Kafka la describió como “tan pequeña, tan sucia, tan inhabitable, con todos los defectos posibles. Pero mi hermana insistió, y cuando marchó la gran familia que la habitaba, la hizo pintar, compró muebles de caña (no conozco sillones más cómodos), y la mantuvo como un secreto frente a la familia... De los vecinos sólo me separa una pared delgada, pero el vecino es bastante silencioso. Me subo la cena y suelo estar despierto hasta medianoche. Por otro lado, está la ventaja del camino a casa... durante el camino tomo aire que me refresca las ideas. Y la vida allí es algo tan especial, implica tener casa propia, cerrada al mundo, no la puerta del cuarto, no la de la vivienda, sino la de toda la casa; salir por la puerta directamente a la nieve de la silenciosa callejuela”

En aquel cuartito de 15 metros cuadrados con un altillo Kafka escribió la mayor parte de Un médico rural, que publicó sin mucho éxito en 1920 y que un crítico de la época catalogó como “una prueba contra el público”.(Fuente: Julián Varsavsky – Tras los pasos del señor K)

Hoy día, la mayoría de las casitas del Callejón del del Oro están convertidas en tiendas de souvenirs. Al final de la calle bajé por unas escaleras y, cuando salí me dí de bruces con la escultura de un hombre postrado que sostiene, sobre sus espaldas, una calavera


Y esta de abajo es la estatua dedicada a Kafka y a su Metamorfosis( en el barrio judío), junto a la Sinagoga Española.Conociendo al autor y a su obra, que cada uno haga su propia interpretación.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonita la historia de la casita de Kafka. A mi marido le apasiona Kafka, ha leído todo los suyo, se identifica con él, incluso se parecen físicamente.
¿Reencarnación?
Bueno, no creo, sino no estaría trabajando en una multinacional, ja, ja, ja, para dar de comer y lujos a los tres parásitos que tiene a su cargo... A mí me gustaría ser la reencarnación de Karen Blixen. ¿Seré o no seré?
Un beso.

mariett dijo...

Ah! qué bueno. Me encanta la gente que se apasiona por las cosas.
Y me encanta que te haya gustado la historia kafkiana. Lo de Blixen requiere otras latidudes...
Ah! ,que olvidé poner la foto de la Metamorfosis, lo soluciono ya!